domingo, 4 de diciembre de 2016

LA MEDITACIÓN EN MI VIDA I: Budismo, mindfulness, y algún tiempo en blanco.

Y allí se sentó, bajo un árbol, en silencio y calma completa. Cerró los ojos y respiró profundamente varias veces. Sentía cómo una suave brisa rozaba su rostro, sentía el contacto de su cuerpo contra la rugosa pero cálida superficie del árbol, la tierra bajo sus piernas cruzadas. Y sosiego, equilibrio, tranquilidad infinita. Y allí permaneció impasible largo tiempo, observando su respiración, sus pensamientos y sus emociones, que como nubes que surcan el cielo, si solo las observas y no las juzgas, pasan sin provocar tormenta. Y es así como Sidarta Gautama dejó de sufrir. Es así como alcanzó la iluminación. Es así como un hombre se convirtió en Buda.

Si hay un tema sobre el que llevo tiempo queriendo escribir, es sin duda la meditación. Una práctica que me ha aportado mucho como persona y ha traído paz interior en momentos de verdadero caos en mi vida. Llevo muchos años enfrentado en cierto modo con el estilo de vida imperante en la sociedad en la que vivimos. Una sociedad que nunca se detiene, que siempre tiene prisa, que necesita crecer sin cesar y producir como si no hubiera un mañana. Tal y como está organizado todo, no es de extrañar que el estrés laboral sea la norma y no la excepción, que la depresión amena, , con ser epidemia dentro de no mucho, y que la ansiedad forme parte de las emociones que se experimentan más frecuentemente en nuestro día a día. Vivir para trabajar, y no al contrario. Muchas horas “calentando el asiento” en el puesto de trabajo en lugar de horarios más razonables pero más eficientes. De un modo u otro, hace unos años me vi atrapado en una situación desagradable, algo fallaba, algo faltaba, una sensación de falta de libertad me atenazaba. Aún hoy sigo luchando por ganar un poquito más de libertad día a día, pero desde hace un tiempo cuento con una herramienta muy valiosa que me puso las cosas más fáciles.



Como cuando te duele algo y curioseas por internet para ver qué puede ser lo que te pasa. Yo también pasaba largos ratos navegando en busca de respuestas. Empecé a interesarme por el budismo, no como religión, sino como filosofía de vida completamente flexible. Sin duda algún día dedicaré una entrada del blog al budismo, pero sólo me detendré ahora a señalar que una de las cosas que más atractivo lo hacen a mis ojos es la mente tan abierta que demuestran, diametralmente opuesta a los dogmas de fé que caracterizan otras corrientes religiosas. Vendrían a decir algo así como: “aquí tienes la sabiduría y enseñanzas que nos dejó Buda, y numerosos maestros después de él en busca de la liberación del sufrimiento y de alcanzar una vida plena, pero ¡ojo! no creas nada de lo que dicen por muy sabios que parezcan, duda de todo, ponlo todo a prueba, si lo experimentas por tí mismo, y para tí es bueno y funciona, entonces sí, hazlo tuyo y créelo, si para tí no sirve, olvídalo. Tú creas tu propio camino hacia la iluminación”. Fomenta el pensamiento crítico y la propia experiencia, y eso me resulta muy positivo, muy sincero. Como cuando alguien no pretende convencerte de algo a la fuerza, por que no tiene ningún interés oculto camuflado tras sus palabras, simplemente quiere compartir algo bueno que hará del mundo un lugar mejor. Y el budismo nos lleva a la meditación, pues esta técnica es una de las herramientas que emplean los monjes budistas (y todo aquel que quiera, por supuesto) para alcanzar el equilibrio mental y paz interior. 



Cuando dices que meditas (si es que te atreves, porque otra cosa que caracteriza nuestra sociedad son los prejuicios y la hipocresía), mucha gente te mira extrañado, algunos se ríen y hacen algún comentario jocoso, y otros simplemente te preguntan: y eso ¿en qué consiste?, ¿te sientas sin hacer nada sin más? Hoy en día el concepto de “no hacer nada” está muy mal visto, hay tanto por hacer, tanta prisa, tan poco tiempo, ¿cómo vas a sentarte a perder el valioso tiempo para nada? Lo que mucha gente no ve es que pocas cosas pueden justificar tanto la inversión de tu tiempo que el pararse unos minutos a cuidarte a tí mismo, dedicarte un rato para tí, para demostrarte que te aprecias, para cuidar tu mente por una vez. Hace bastantes años al que iba al gimnasio regularmente se le miraba raro, hoy en día es algo de lo más común, llegará el día en que también sea habitual ir al “gimnasio de la mente”, dedicar unos minutos diarios a meditar, tiempo al tiempo. Pasamos mucho tiempo preocupados por lo que piensan los demás, esforzándonos en cubrir las expectativas de otras personas, en no decepcionarles, en estar a la altura… Y qué poco tiempo escuchándonos a nosotros mismos. Pues eso es meditar, eso es lo que significa. 

La siguiente pregunta obvia es, ¿cómo lo hago? Bueno, hay muchas técnicas distintas que han ido evolucionando de las diferentes escuelas procedentes de la India, Japón, China, etc. Hoy día la meditación ya ha llegado a Occidente, y poco a poco se ha ido popularizando en nuestra sociedad. Mis primeros acercamientos reales con la práctica llegaron de la mano del mindfulness, seguro que te suena, las estanterías de las librerías empiezan a estar desbordadas de libros sobre el tema. Así que me planté en un centro budista donde se practicaba en sesiones de una hora y media a ver qué tal era eso. El mindfulness es un tipo de meditación que se centra en vivir el momento presente, desarrolla la atención plena para disfrutar del ahora. Estamos habituados a ocupar nuestra mente con pensamientos sobre hechos pasados, y preocupaciones por eventos futuros e hipotéticos, y dejamos de lado el presente, que al fin y al cabo es lo único verdaderamente real, es el momento más valioso de nuestras vidas, si no disfrutamos con lo que estamos haciendo ahora mismo, no disfrutaremos con nada. Descubrí dos cosas asistiendo a aquellas sesiones. Descubrí que me gustaba mucho meditar, y que mi cuerpo y mente me pedían más. Allí aprendí qué posturas adoptar, cómo respirar, ejercicios diversos centrados en el cuerpo, las emociones, las sensaciones… De lo que se trata básicamente es de focalizar tu atención en diversos objetos concretos, a los que llamamos objetos de meditación, que pueden ser partes de tu cuerpo, tu respiración, emociones, sonidos, … Aprender, por tanto, a estar presente no sólo físicamente sino también mental y espiritualmente. Lo más bonito de esto es que lo puedes aplicar en tu día a día, en cada acto cotidiano que se te ocurra, es lo que se llama meditación informal. Hay un dicho budista que dice: “si comes come, si duermes duerme”. Cuando te lavas los dientes cada día, cuando conduces hacia el trabajo, cuando te preparas un té o un café y te sientas a disfrutarlo, son momentos sencillos que se hacen infinitamente más especiales si los vives estando presente, y no con tu mente divagando de un pensamiento a otro (a lo que se le conoce como “mente de mono” que salta de una rama a otra, siempre me ha hecho gracia esa expresión).



Y así estuve un tiempo, pero como el ritmo de esta sociedad es implacable, y nuestra determinación a veces débil, el hábito que con esfuerzo había adquirido, casi sin darme cuenta, fue desapareciendo. En mi caso, que dejaran de hacer las sesiones de mindfulness en el centro fue determinante, pues es mucho más difícil mantener la practicar sólo que en grupo, con esa motivación extra. De todos modos, yo creo que la naturaleza es muy sabia, y que todo tiene su momento. Que cuando tu organismo necesita algo te lo hace saber, te envía señales cada vez más potentes hasta que las captas. Y después de una temporada habiendo abandonado la meditación casi por completo, la semilla que ya había germinado en mí comenzó a latir con fuerza. Más adelante lo retomé con ayuda de alguna app, nuevos conocimientos adquiridos y un retiro de meditación de 10 días en el que me embarqué hace unos meses, una experiencia dura como pocas, pero transformadora y muy valiosa. Pero eso será otra historia. Por ahora debo dejaros, pues mi banco de meditación me llama para que le dedique unos minutos de cuidado a mi mente. Namaste.