miércoles, 25 de agosto de 2021

UNA REALIDAD INCÓMODA, DISONANCIA COGNITIVA Y OTROS FENÓMENOS DE INTERÉS

Abrió los ojos con cuidado, deseando que todo hubiera sido una pesadilla. Pero rápidamente el dolor lacerante e intenso en su espalda le devolvió a la realidad. Allí seguía, preso, cautivo, rodeado de otros como él. Gritos de dolor y de terror golpeaban sus oídos. Dolor por las torturas que les estaban infligiendo, terror por la incertidumbre de cuando sería su turno. Cada vez que veía a uno de sus captores aparecer, cada vez que escuchaba sus pasos, comenzaba a temblar intensamente. ¿Por qué?, ¿a esto se reducía su existencia?, ¿estaban en este mundo solo para sufrir? Sin ningún tipo de esperanza volvió a cerrar los ojos, cansado, fatigado física y psicológicamente. Comenzaba otra jornada en el campo de concentración, otra jornada en la granja industrial.




Lo que puede parecernos una película de terror, o algo impensable en pleno siglo XXI, es una realidad objetiva. Llevo reflexionando sobre este asunto durante años. Debatiéndome entre afrontarlo directamente o mirar hacia otro lado, como creo que le ocurre a muchas otras personas. Más allá del amor que puedas sentir hacia otros seres vivos como los animales, me pregunto qué o quién justifica un sufrimiento extremo como el que se les impone de esa manera tan cruel. Condenados desde su nacimiento al cautiverio, torturas, maltrato, y finalmente asesinato y uso de sus despojos. 


Pudieras decirme que eso no es así, que la realidad es bien distinta en las granjas hoy en día. Sin embargo, no dejan de denunciarse hechos que indican lo contrario.


Pudieras decirme que necesitamos alimentarnos comiéndonos a otros animales, que no hay otra alternativa. Sin embargo, esto sigue sin justificar la carencia de ética en el proceso, y ciertamente sí existen otras alternativas.


Hace unos días realicé una pequeña encuesta en Instagram, con una sencilla pregunta: “¿Te has preguntado alguna vez qué hay detrás de nuestra forma de alimentarnos?” acompañada de una imagen típica de granja: una madre observa impotente entre los barrotes de su prisión cómo se llevan a su hijo en una carretilla… no volverá a verlo jamás. De 133 personas que visualizaron la historia (un N nada desdeñable) apenas 10 contestaron (91% contestaron Sí, el resto No). Ésto me llevó a reflexionar sobre las causas de por qué hacemos lo que hacemos, y que perpetúan este sistema, esta rueda de sufrimiento que gira y aplasta todo a su paso. 



En psicología existe un concepto llamado “disonancia cognitiva”, se trata de una tensión o malestar psicológico que percibimos cuando existe un conflicto entre nuestros pensamientos, o entre un pensamiento y nuestro comportamiento. Es decir, cuando pensamos algo, pero actuamos de manera contraria, o cuando experimentamos pensamientos contrarios simultáneamente. Este constructo fue acuñado por el psicólogo estadounidense Leon Festinger en 1957. Concluyó que cuando experimentamos tal incongruencia y disonancia, tendemos automáticamente a esforzarnos en reducir dicha tensión, ya sea modificando nuestras ideas, o nuestra conducta, o introducir nuevos valores que justifiquen dicha actitud. En el caso concreto del consumo de carne, algunos investigadores como Hank Rothgerber hablan de un conflicto moral al que denominan “la paradoja de la carne”, planteando la siguiente pregunta: ¿cómo puede ser que a las personas les importan los animales, pero al mismo tiempo de los coman? (por no hablar de permitir que les torturen y destrozen sus vidas, añado yo). Pues bien, este conflicto moral genera una incomodidad psicológica que se puede aliviar de diversas formas: disociando los productos de la industria de la carne de los animales de los cuales provienen (como si de entes diferentes se tratase); conformando una imagen de estos animales como seres radicalmente diferentes a los humanos, sin capacidad de pensar o sufrir; evadir directamente esta realidad, generando una ignorancia deliberada (el mirar hacia otro lado de toda la vida); buscar argumentos en favor de su conducta, o negar la responsabilidad propia (el clásico: “si total, lo que haga yo no va a cambiar nada, y no tengo culpa de cómo se hacen las cosas).


Volviendo a la encuesta de Instagram. Si contesto que Sí, pero en mi práctica diaria no estoy haciendo nada para cambiar esta realidad entro en disonancia (pensamiento de preocuparse por los animales VS nulas acciones para reducir su sufrimiento) , conclusión no contesto. Si contesto que No también puedo entrar en disonancia (pensamiento de preocuparse por los animales VS pensamiento de no haberme planteado esta realidad antes, además de la deseabilidad social, concepto que abordaré en otra ocasión, por el cual tendemos a querer agradar a los demás, y mostrar una imagen conforme a lo socialmente bien visto. Por cierto, aplaudo a la única persona que contestó No, la honestidad es un valor que escasea demasiado). Teniendo esto en cuenta, se entiende que las pocas personas que contestaron, son aquellas que sí están emprendiendo acciones en su día a día para cambiar esta realidad, encontrándose su manera de pensar y su conducta en sintonía, son tristemente una minoría. Mientras que la gran mayoría optan por la evasión para ahorrarse un malestar psicológico gratuito. No se entienda como crítica personal, pues es un fenómeno completamente natural, y que todos experimentamos en mayor o menor medida. Por supuesto, habría que añadir otros múltiples factores que habrían influido en estos resultados, como el hecho de nisiquiera leer los stories, pasarlos rápidamente (como el que hace “scroll down” infinito en Facebook, sin apenas prestar atención, casi por inercia).



Si has llegado hasta aquí, simplemente te invito a que reflexiones sobre todo esto, sólo eso. Nos creemos seres superiores, invulnerables, eternos, por encima de los demás seres vivos del planeta, yo soy el primero que ha pensado y sigue pensando de manera inconsciente de esta forma. Pero estamos tan equivocados, somos vulnerables, caducos, una mota de polvo en la existencia del universo que nos rodea, irrelevantes, y al mismo tiempo destructivos y expansivos. Debemos revisar esa visión egocéntrica e ignorante de nosotros mismos. Debemos revisarla por nuestro propio bien, pero más aún por el de los demás seres con los que compartimos el planeta, y por la naturaleza misma.


Cada pequeño paso o cambio cuenta. No me avergüenzo de reconocer que pese a llevar años reflexionando sobre estas cuestiones continúo alimentándome de carne animal. Me encuentro actualmente reduciendo su consumo progresivamente, adoptando por ahora la dieta que se conoce como flexitariana. Pudieras pensar que es poca cosa, que eso no cambia nada, pero ¿y sí todos cambiáramos solo un poco? ¿de verdad piensas que no tendría ningún impacto positivo? Cada viaje comienza por un solo paso, te invito a mirar en tu interior, poner en orden tus creencias y dar ese paso que pueda conducirte hacia un nuevo horizonte más esperanzador.