martes, 28 de mayo de 2019

Pérdida, cambio y transformación

A veces nos aferramos y apegamos al pasado, nos empeñamos en negar el cambio. La zona de confort puede resultar aburrida, pero también muy cómoda, e incluso adictiva. Las antiguas rutinas, esa monotonía previsible, esa inercia que encaminaba tus pasos, dándote una falsa percepción de control. Pero he aquí un secreto, las crisis, las rupturas, los cambios son necesarios, son constructivos (pese a que parezca lo contrario a veces), y suponen una oportunidad para resetear. Para reiniciar tu vida, dejar atrás aquello que no te aporta o te perjudica, e instaurar nuevos hábitos y costumbres más alineadas con tus valores, con tu esencia, con aquel o aquella en quien te estás convirtiendo. Por eso debemos aprender a soltar, a dejar ir, a aceptar aquello que no podemos controlar. Aunque duela, porque duele, es inevitable, pero para que sane ha de doler, para cicatrizar las heridas es preciso que duelan. 



Aceptar no es bajar los brazos con resignación, con desesperanza. Aceptar es ser conscientes de que hay sucesos en nuestras vidas que no podemos cambiar, que no dependen directamente de nosotros. Pero aceptar es también tomar una actitud activa y positiva. Es quedarse con lo bueno de lo que ocurre, y plantearse nuevos retos, mirar al futuro con esperanza. El pasado ya no tiene importancia, pese a que nuestra mente se empeña a veces en reproducir hechos del pasado, distorsionarlos, buscar mil escenarios alternativos en los que las cosas terminan de un modo diferente. El futuro está por venir, cada cosa a su tiempo, aunque nuestra mente se empeña a veces en pintarlo de negro azabache, anticiparlo, perder la ilusión y pensar que ya no queda nada. El presente es la clave, el aquí y el ahora, suena a tópico en estos tiempos saturados de gurús de la felicidad, pero no tenemos momento más valioso que éste preciso instante. Cierra los ojos y respira profundamente, estás vivo, viva, sientes, cada célula de tu maravilloso cuerpo vibra en armonía. 



No tengas miedo a cambiar, a transformarte, a adaptarte como el agua entre las rocas. 
No tengas miedo a crecer, a ser libre, a caminar hacia donde tu esencia te señale. 
No tengas miedo a vivir, porque la vida es todo lo que cuenta, lo que hagas con ella depende sólo de ti. Tú decides cómo quieres vivir. 



En una sociedad que se empeña en “buscar la felicidad”, esa insaciable e infatigable búsqueda, con tales expectativas que es difícil no darse un batacazo. No busques fuera de ti, es más, no busques. No necesitas buscar, porque todo lo que necesitas ya lo tienes, está dentro de ti. Simplemente encuentra, encuéntrate a ti mismo, a ti misma, en tus valores, en tus creencias, en aquellas pequeñas acciones que te hacen sentir bien, en esos retos que te planteas para seguir creciendo y aprendiendo, en cuidar tu cuerpo y tu mente. No busques y encontrarás. Eso es felicidad, eso es plenitud. Dale la bienvenida más cálida a tu nuevo tú.